viernes, 9 de abril de 2010

La odisea de Karima, prólogo

Bien, ahora comenzaré la primera historia, intentando que las palabras surjan solas y sin tapujos... sin tener que corregir muchas cosas, y a ver qué tal me va inventando sin rumbo. Seguro que es divertido.

Ficha de la historia
Nombre: La Odisea de Karima
Género: Fantasía, otros
Duración: Quién sabe
Escrito en: Primera persona
Narrador: Karima

Prólogo.

A veces, la gente piensa que su vida ya está trazada por unas manos invisibles de un ser o ente llamado Destino. Alguien, o quizás algo, que con objetividad decide las desgracias y los momentos felices que aparecen en nuestra vida. Otras personas piensan que no, que el Destino lo tienen que forjar ellos. Pero, ¿quién tiene razón?
Me llamo Karima, tengo dieciocho años y vivo en West, un pequeño pueblo en la zona oeste del país Rose Wind. Se podría decir que West es un lugar bonito, pero su clima lluvioso puede llegar a cansar a cualquier persona, incluso los que estamos acostumbrados y vivimos aquí. Quizás por eso desearía irme a vivir al sudeste, a la capital, llamada Rewolf, a estudiar. Dicen que los rascacielos son tan altos que sus plantas más elevadas acarician el cielo literalmente.
Lo malo es que mis padres... llevan generaciones en esta diminuta aldea, y creo que quieren que yo también me quede aquí, para que los hijos que tenga, sus hijos y las demás generaciones mantengan la granja que ellos regentan. Así que no puedo siquiera pensar en ir de viaje a Rewolf, está demasiado lejos incluso en coche. Es la desventaja de la envergadura de nuestro país.
Aquí, en West, mi vida es una continua rutina. Como he terminado el instituto este año y la universidad más cercana se encuentra en la Alopama, a un día de camino, mis padres me han puesto a trabajar con ellos en la granja. Por la mañana, a las seis, me levanto y desayuno junto a mis padres. A las siete, voy al corral a recoger los huevos que han puesto las gallinas, Clotilde y Grawly -las cuales dan menos huevos cuando voy yo, creo que les caigo mal-. Más tarde, sobre las ocho y media, debo dar de comer a los gorrinos, Michael y Wenna. Creo que a éstos sí les agrado, cada vez que me acerco a ellos vienen corriendo a verme y a mancharme el peto de trabajo, pero no me importa.
Tras ésto, debo ir a ordeñar a Clarisa, la vaca de la familia, y a dar de comer a sus terneros, William y Shakespeare, a los que bauticé así cuando nacieron hace dos años, ya que adoro las historias del escritor inglés.
De once a una tengo que limpiar los establos y sacar todo el estiércol a la calle, donde mi padre lo recoge con el tractor y se lo lleva a los campos de trigo para usarlo como fertilizante. Tras ésto, mis padres y yo almorzamos algo que nos ayude a mantenernos en pie el resto de la jornada, que es más dura que lo anterior, ya que tengo que ir a los campos de trigo y cuidarlos junto a mi padre. A las ocho, cenamos, y antes de las nueve de la noche estamos los tres componentes de mi familia dormidos, producto del cansancio que nos produce toda la jornada.
No digo que no me guste trabajar en el campo pero... no es lo mío. Yo, en el instituto, era más feliz, pudiendo ser como soy y mostrando mis capacidades. Ya que soy superdotada, pero poca gente lo sabe. Mis compañeros y mis padres simplemente pensaban que era buena estudiando, pero yo sé que lo soy, igual que esas personas que salen en televisión diciendo que lo son y que se aburrían en clase... Bueno, a mí también me pasaba, yo casi me dormía en clase. Pero nadie lo notó.
En resumen, mi vida ha sido muy aburrida. La verdad es que, antes en el instituto, o ahora en el campo, sigo sintiéndome igual. Creo que, si el Destino existe, tiene que pasar bastante de mí. Reconozco que no me ocurren cosas malas, pero buenas tampoco.
Destino, si estás ahí... ¿Podrías hacer algo?

Continuará....

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