viernes, 9 de abril de 2010

La odisea de Karima, capítulo 1

Capítulo 1

Hoy ha amanecido nublado. El cielo, encapotado por un cúmulo de nubes blanquecinas con pinceladas grisáceas amenaza tormenta, pero no creo que llueva. Desde hace años distingo perfectamente los nubarrones que llevan agua o los que simplemente provocarán falsa alarma. Así que, algo cansada, bajo los escalones que me llevarán a la cocina. Intento entrar, pero la puerta está cerrada. ¿Qué ocurre? Mis padres nunca cierran con llave la cocina. Así que apoyo la oreja en la puerta, intentando captar algún sonido.
- ¡No puedo creerlo! -exclama mi madre-. ¿Dices que te ha llamado? ¿Otra vez?
- Sí.
- Oh Dios mío... Tenemos que huir...
- Nos encontrará. Y sabes perfectamente lo que quiere... Quiere llevarse a Karima.
Esas palabras no me las esperaba, así que doy un respingo. ¿De qué hablan mis padres? ¿Qué ocurre? ¿Quién quiere llevarme con él o ella? Con fuerza, intento abrir la puerta, pero sigue sin ceder.
Un ruido rompe el silencio en el que se ha sumido de repente la casa. ¿Qué es? Creo... No... Estoy segura. Alguien intenta abrir la puerta de casa, la que está al fondo de este pasillo. Pero.. ¿Quién? ¿Y por qué? Al menos, la llave está echada, así que será imposible que entre.
La entrada de la cocina se abre de golpe, y mis padres salen sobresaltados. En sus semblantes se muestra un terror desmesurado.
- Papá... Mamá... ¿Qué pasa?
- Ay mi niña... -dice como única respuesta mi madre.
- Hija, tienes que irte -responde mi padre, empujándome en dirección a la salida de atrás, donde se sitúa el establo y el gallinero.
- ¿Ir... irme?
- Ay, Karima... No podemos decirte por qué pero... Tienes que huir. Vete en dirección a la capital, Rewolf.
- Pero... ¡Está a días de camino en coche! ¡Y no tengo carnet!
Mi padre, con semblante preocupado, me abraza. Mi madre se une a la muestra de afecto, pero seguidamente va a buscar un bolso que hay guardado en un cajón del pasillo. Me lo da. ¿Qué pretenden, echarme de casa? Mi padre, por último, me entrega mi abrigo y abre la puerta de atrás. Allí, increíblemente, me espera la yegua de la familia, Babieca. Es un alto caballo de color marrón oscuro, ojos profundos y crines negras y largas azotadas por el viento mañanero. Llevaba puesta la montura y las riendas...
- Te he preparado a Babieca. Lo mejor es que te vayas YA.
- Pe...pero...
- Hija, no contestes a tu padre -me dice mi madre, con los ojos llorosos. Una cálida lágrima rueda por toda su cara hasta deslizarse hacia el suelo, dejando una húmeda marca. Mi padre, en cambio, intenta mantenerse fuerte.
Me subo al caballo. Babieca relincha con suavidad, mientras me mira de reojo. Parece feliz, pero yo lo único que siento es... un cúmulo de sensaciones contradictorias. ¿Me voy a la ciudad? Eso me causa alegría, satisfacción... pero tengo un nudo en la garganta. ¿Y mis padres qué? ¿Por qué se quedan y por qué me dicen que voy a huir? ¿Tiene algo que ver con quien golpea la puerta? Demasiadas preguntas sin respuesta para un día.
- Mamá, papá... me voy, ¿no? -pregunto.
- S...sí. Debes hacerlo -murmura mi madre.
- Adiós, os quiero -hago empezar a correr a Babieca, algo girada para despedirme de mis padres, y me alejo de la casa, pasando de largo la cuadra y el corral.
- ¡Espera! -hago parar a Babieca. ¿Qué hace Clotilde, la gallina, fuera del gallinero? Me acerco con el caballo y veo que Clotilde me mira de manera inquietante. Parece que quiere venir-. Cloti, ¿es que quieres acompañarme?
Extrañamente, la gallina asiente, así que bajo del caballo y la cojo. Vuelvo a subir y la siento entre mis piernas, para que no se caiga.
***
Llevo tres horas galopando, sin parar ni mirar atrás, en dirección al este. Decenas de bosques y paisajes desconocidos para mí pasan a una velocidad de vértigo a mis laterales. Babieca parece una máquina, incansable, y Clotilde se aferra a ella con sus alas para no caer. De vez en cuando echo una ojeada atrás, esperando ver a mis padres venir, pero sé que no ocurrirá eso. Puede que no vuelva a verlos...
Una lágrima desciende desde mis globos oculares por mi cara hasta toparse con el final de mi rostro y caer sobre Clotilde, que se sobresalta.
- Ay, perdona... -me disculpo.
Clotilde empieza a cacarear, seguramente soltando improperios en el idioma gallináceo. Mientras río, desearía entender su idioma, así no me sentiría tan sola como me siento ahora... Siento un vacío inmenso en el pecho, es como... si no pudiese respirar. No sé qué les pasará a mis padres, si el que intentaba abrir la puerta les hará daño o qué. Solo sé que ahora me dirijo a la ciudad, a Rewolf. Supongo que en la mochila que me han dado habrá dinero, documentos, alimento... Pero, ¿cuando llegue allí qué haré?
Una aglomeración de pensamientos se remueven en mi cerebro, pero al ver en la lejanía que el campo deja de serlo para dejar paso a la ciudad, una alegría inunda mi mente y mi corazón. Oigo a Babieca relinchar de felicidad y Clotilde empieza a cacarear.
¿Qué me deparará en la ciudad? Es más, ¿qué ciudad es? Hago acelerar a Babieca para identificar la zona. Y, al ver el cartel con el nombre del lugar, me desinflo.
Hemos llegado a North... nos hemos equivocado de camino.


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